"EL COMPLEJO ENTRAMADO DE LA REALIDAD HUMANA".

Artículo de opinión.

Para poder entender la realidad humana, es necesario diferenciar entre los siguientes elementos:

- Lo que pensamos: la forma de interpretar el mundo y sus acontecimientos.
- Lo que decimos: la forma en que verbalizamos aquello que sentimos, pensamos y queremos.
- Lo que sentimos: la forma en que se manifiesta aquello que vivimos.
- Lo que queremos: lo que nos motiva a actuar de forma consciente.
- Lo que hacemos: lo que hacemos para conseguir o evitar algo que queremos conseguir o evitar.

y sus contrarios, es decir, lo que no pensamos, no decimos, no sentimos, no queremos y no hacemos.

Este discurrir por lo Cognitivo, lo Emocional, lo Volitivo y lo Conductual, marca nuestro proceder a lo largo de la vida y es la consecuencia a su vez de la aprehensión de aspectos herenciales, sociales y educacionales.

No podemos quedarnos al margen de las influencias del entorno en el que nacemos y nos desarrollamos y que moldea poderosamente nuestra personalidad a través de los valores sociales, como tampoco podemos permanecer ajenos a la influencias familiares ni a las experiencias tempranas y no tan tempranas a las que nos vemos obligados a afrontar, vivir y experimentar.

Educación, sociedad, valores, familia, capacidades intelectuales y experiencias van perfilando nuestra personalidad y construyendo un molde único y particular, con el que viviremos y experimentaremos la vida de forma igualmente única y particular.

Este proceso de "constitución del Yo o del autoconcepto" en parte herencial-constitucional, en parte social-educacional, en parte vivencial-experiencial, es complejo y en mayor o menor medida difícil para el ser humano.

La razón de esta complejidad y dificultad, reside en gran parte, en la capacidad inherente del ser humano de ser consciente de sí mismo y de sus emociones, de sus necesidades, carencias y limitaciones, así como de sus deseos y frustraciones.

Esa conciencia de sí mismo le incita y le motiva a tratar de lograr un control cada vez mayor de sus reacciones, conductas y emociones, llegando finalmente a un cierto autocontrol de las mismas.

Para ello, recurrirá a un gran número de estrategias con las que afrontar los problemas y experiencias que se le presenten, tanto las cotidianas como las excepcionales, es decir aquellas cuya frecuencia e intensidad emocional no suponen una amenaza real ni potencial para su integridad como las que si lo suponen.

¿Pero que ocurre cuando la persona se ve desbordada por una experiencia concreta?, ¿me refiero a cuando existe padecimiento o sufrimiento real sobrepasándose las defensas y capacidades del individuo?.

En ese caso, se produce lo que en psicología se ha venido a llamar "sensación de indefensión", que no es otra cosa que experimentar la propia vulnerabilidad y fragilidad. En ese momento, la persona toma conciencia de sus limitaciones, de su capacidad de ser dañado, de su potencialidad de sufrimiento.

Pero también, es en ese momento, cuando las defensas del organismo frente a las amenazas desestabilizadoras del medio, pone en funcionamiento toda una serie de repertorios cognitivos y comportamentales dirigidos a atenuar ese dolor y seguir afrontando la propia existencia con el menor número de consecuencias y daños colaterales. En ocasiones, estos recurso no alcanzan su objetivo y la psique se quiebra, bien de forma temporal o de forma permanente, apareciendo los trastornos psicológicos.

Otro aspecto a valorar, sería determinar que trastornos, como, cuando y donde pueden ser considerados reacciones en parte necesarias para la superación del trauma y cuales no, en tanto en cuanto sabemos que algunos cuadros psicopatológicos cumplen una función adaptativa y restauradora de la psique humana, dependerá de los criterios de intensidad, frecuencia y duración, así como de la forma y modo de presentación del trastorno y de su propia naturaleza.

Los recursos desplegados por la persona para el afrontamiento y resolución de una situación experimentada como dañina, esto es, invasiva, desestabiliazora y generadora de sufrimiento, son varios y diversos.

Negación, minimización de las consecuencias, justificación de su acontecer, exoneración del culpable, represión y olvido de su aparición, desarrollo y proceder, atribución de las causas a terceros, transformación-deformación de la realidad a través de la reinterpretación del acontecimiento o reconstrucción a medida de las propias necesidades del sujeto, desplazamientos, sublimaciones y somatizaciones...etc.

De todas ellas, la que más me interesa y me llama la atención es el olvido (o represión por parte de la conciencia de un hecho no asumible). Este procedimiento, está íntimamente ligado ( en parte y a mi modo de ver) al concepto de resilencia, es decir, a la capacidad mostrada por la persona de reponerse rápida y en apariencia eficazmente de un suceso traumático.

Mediante este proceder, la persona reinstaura su comportamiento habitual como si nada hubiera pasado, no da muestras visibles de que el hecho en sí le haya afectado o alterado en demasía, es más, parece mostrarse ignorante a hechos de naturaleza semejante, como si le fuesen extraños.

Una de las consecuencias de este tipo de reacción es que el individuo al no haber procesado el fenómeno y, sobre todo, al no haber analizado, valorado e interpretado su papel ejercido en el mismo, carecerá de una explicación lógica de lo ocurrido, y esa confusión frente a los acontecimientos y frente a su propio papel, dará lugar a la expresión a corto, medio y largo plazo de una sintomatología específica, en la que la confusión y la sensación de vulnerabilidad se manifestarán de forma constante.

Fdo.
Ignacio González Sarrió.
Psicólogo.
"Psicolegalyforense".

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